tag:blogger.com,1999:blog-58656568567295942482024-03-13T17:39:12.090-03:00Justito acaUn día viajé a París, a la tintorería de Manuelita para ponerme linda. Pero en la vuelta hubo turbulencia, y caí justito aca, apenas con lo puestoUnknownnoreply@blogger.comBlogger97125tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-29081917606430744372012-12-03T00:06:00.003-03:002012-12-03T00:10:14.480-03:00Proyectos<div style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;">
<img height="285" id="il_fi" src="http://www.infosexual.net/wp-content/uploads/2010/08/que-regalar-a-una-chica.jpg" style="padding-bottom: 8px; padding-right: 8px; padding-top: 8px;" width="265" /> </div>
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Porque los viajes siempre tienen regresos; porque cuando uno viaja sólo se lleva su cuerpo, pero su alma y sus memorias siguen estando un poco o mucho por donde andaban; porque acá, en este París, seguirá viviendo Manuelita, con o sin su relatora, este regreso no será más que uno de muchos, espero.
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Esta "entrada", la tenía en borrador, vaya a saber uno porqué, debió aguardar en la sala de espera hasta hoy:
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Nunca fui demasiado entusiasta con mis proyectos. Es más, pocos deseos he dejado madurar hasta la edad de proyectos; más bien, siempre tuve la cómoda tendencia a frenar mis aspiraciones antes que la imaginación le diera rienda suelta a mi ansiedad y se concretaran en un abrir y cerrar de ojos. La razón de tanta racionalidad junta, la ignoro.
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Pero hace un tiempo me le animé a uno de mis inveterados proyectos, y ya es una realidad.
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Y es uno de aquellos que me lleva otra vez a todo este mundo de mi infancia, y que pone en práctica las ganas siempre intactas de que otros puedan disfrutar de lo que yo tuve suerte de gozar. Porque siempre me gustó más regalar que quedarme con el regalo.
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Ya de niña inventaba las oportunidades infinitas para regalar; y cuando no había algún preciado regalo recibido para re regalar, debía poner manos a la obra e inspirar la creación. Así le he hecho un babero a uno de mis hermanos, recortando un pedazo de toalla y pedacitos de tela, cocidos como voladitos con la prolijidad de una mosca haciendo de araña; o un perchero con un trozo de madera de cajón de gaseosa y broches de ropa pintados con la pintura marrón y celeste que quedó tras la lavada de cara de la pileta; o un portalápices de lata que se iba deshojando día tras día cuando perdía los adornos que inocentemente había querido pegar con plasticola.
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Mi ansiedad no se ha amigado nunca con mis irrefrenables deseos de ver la cara de alegría del destinatario; pero mi mayoría de edad me permitió ser titular de una tarjeta de crédito que hoy está más destinada a regalar lo deseado e inasequible, que a llenar las alacenas. Debo confesar que sólo es síntoma de mi narcisismo más sano, queriendo quedarme con la sonrisa del otro, y eternamente en su recuerdo.</div>
Unknownnoreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-49181775072324977922010-02-19T16:44:00.003-03:002010-02-19T18:13:41.576-03:00Péndulo<meta equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8"><meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 10"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 10"><link rel="File-List" href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5CADMINI%7E1.COM%5CDATOSD%7E2%5CARCHIV%7E1%5Cmsohtml1%5C01%5Cclip_filelist.xml"><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> </w:Compatibility> <w:browserlevel>MicrosoftInternetExplorer4</w:BrowserLevel> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><style> <!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:72.0pt 90.0pt 72.0pt 90.0pt; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --> </style><!--[if gte mso 10]> <style> /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:"Times New Roman";} </style> <![endif]--><meta equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8"><meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 10"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 10"><link rel="File-List" href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5CADMINI%7E1.COM%5CDATOSD%7E2%5CARCHIV%7E1%5Cmsohtml1%5C01%5Cclip_filelist.xml"><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> </w:Compatibility> <w:browserlevel>MicrosoftInternetExplorer4</w:BrowserLevel> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><style> <!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:72.0pt 90.0pt 72.0pt 90.0pt; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --> </style><!--[if gte mso 10]> <style> /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:"Times New Roman";} </style> <![endif]--> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-AR">Por la sencilla circunstancia de ser la mayor, en casa había una especie de acuerdo tácito que me confería el encargo de mantener ordenada y limpia la casa, y de ocuparme de mis hermanos (con todos los etcéteras que vienen detrás de 2 preadolescentes y dos criaturas) hasta que mamá llegaba de trabajar y estudiar. Y eso traía a colación hacer meriendas y cenas, revisar cuadernos de comunicaciones, preparar el uniforme, mandarlos a bañar, evitar que rompieran alguna ventana con la pelota, y amenazar con un "se lo cuento a papá" ante la inevitable pelea de manos entre varones. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-AR">A grandes rasgos, nunca padecí demasiado esas "tareas extras" que me endilgaron las circunstancias de una familia numerosa, los escasos ingresos mensuales, y una pareja de padres con vocación. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-AR">Lo toleraba, un poco porque me servía de excusa perfecta para rechazar las propuestas que por ser típicas de mi edad, hubiera debido aceptar si no quería dar crédito a los ya instalados prejuicios de que yo era una chica rara; y otro poco por la satisfacción que me daba tener un plus de poder sobre mis hermanos, que entre otras cosas lograba que llamaran a mi mamá para pedirle infructuosamente que les levantara la penitencia que yo les había impuesto. No en vano me gané el mote de "Freddy Krueger", que venía a colación de los arañazos en los brazos que conseguían al desobedecerme, o el de menos dramático de "carcelera", motivado por mi particular forma de servirles la comida. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-AR">Molestaba de a ratos, cuando sin previo aviso el acuerdo se convertía en expreso, ante la denuncia de incumplimiento, lo que me obligaba a defenderme al grito de "no es mi obligación", cayendo frustradamente en la cuenta de lo que me perdía por estar haciendo de "segunda mamá", o de la al menos inoportuna edad para asumir tanta responsabilidad.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-AR">Pero había días en los que rescataba mi rol de adolescente. Los miércoles llegaba a casa antes que el resto de la familia, y después de ordenar y limpiar, me dedicaba a disfrutar mi música, lo que la vorágine de los días escolares, y el griterío de cuatro hermanos varones nunca me dejaban. Escuchando a todo volumen algún casete de Nana Mouskouri o los que tenían grabados mis temas favoritos, me bañaba tranquila y luego me recostaba en la cama de mis papás deseando profundamente que esos instantes duraran la vida.<o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-AR">Muchos años después, la historia se repitió, y esta vez con toda la culpa a cuestas, me volví a perder en lugares que no eran míos. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="" lang="ES-AR">Pero un día (y valga el mediocre recurso poético) todo cambió, y todo volvió a ser igual que antes: vuelvo a desear instantes para toda la vida. <o:p></o:p></span></p>
<br /><span style="" lang="ES-AR"><o:p></o:p></span> Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-63877369806313771382009-12-15T13:07:00.003-03:002009-12-15T13:21:01.135-03:00DesbalanceDe a ratos vuelvo a sentirme con la euforia de antes, por contagio o por contrera. Y en el resto (ya sin peros) sigo pidiendo explicaciones a lo que dejé ir, a lo que me sacaron, y a lo que se fue, aún frente a la burda conciencia de que no hay nada que cambiar.<br />Pero (y ahora sí lo vale) vuelvo a construir, así todo huele a nuevo; reconstruir ya no me basta. Y de alguna forma sutil, lo esencial se acomoda en su lugar otra vez, regalándome una rutina que me pacifica, que me deja ver por encima de mi hombro.<br />Ojalá que dure; ojalá mejore.Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-49110355874768146192009-11-11T17:09:00.004-03:002009-11-11T18:46:08.285-03:00Camino<div style="text-align: justify;">La verdad, es que hasta hace un par de años no le encontraba el más mínimo gusto a la caminata. Y por eso puedo recordar como hitos las pocas caminatas que atravesaron mi años menores.<br />Algunas tardes, mientras mi abuelo dormía la siesta, salíamos con mi abuela a caminar por los alrededores de mi quinta. A pesar de mi disgusto con el esfuerzo físico, encontraba placer en pasear admirando las ostentosas casas con sus inmensas piscinas (la de mi quinta era una linda pileta, pero la de esas mansiones eran "piscinas"), juntando semillas para plantar en el parque, o piedras para hacer centros de mesa; todo adornado con sus infaltables chismes sobre nuestros particulares vecinos (según ella, la casa de donde sacábamos las semillas de eucaliptus pertenecía a Pinky).<br />No lo disfruté igual cuando en nuestras primeras vacaciones a La Falda, mi papá quiso motivarnos a escalar durante horas, en medio del calor y la incomodidad de la montaña, con la visión de una catarata que encontraríamos al final del camino, y que se convirtió en un modesto chorrito de agua de deshielo que salía de un caño clavado en una piedra, y que apenas nos alcanzó para refrescarnos las muñecas, y saciar la sed que veníamos acumulando luego de nuestro picnic de sandwiches.<br />Pero hace dos años, la buena compañía y la búsqueda de silencio interno, me despertó el gozo más sencillo que conozco. En esos tiempos salía a caminar para escaparme de lo que no me gustaba, para encontrar instantes de lo que sí quería, para provocar ese viaje que me llevaría a París.<br />Hoy camino sin motivo, simplemente porque me hace bien estar sola, ser una más del montón; y siempre, siempre que camino recuerdo esa compañía que sin saber me enseñó que se puede comprar paz, a cambio de tiempo.</div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-41829244959077228192009-10-10T06:12:00.008-03:002009-10-10T07:20:38.142-03:00Entre el desorden<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/StBfl9HPPMI/AAAAAAAAArg/1tYVYeCXLmE/s1600-h/orden-y-caos-3.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 227px; height: 214px;" src="http://1.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/StBfl9HPPMI/AAAAAAAAArg/1tYVYeCXLmE/s400/orden-y-caos-3.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5390913859627203778" border="0" /></a><div style="text-align: justify;">No necesito psicoanálisis para descubrir que mi obsesión por el orden tiene origen en mi infancia.<br />De la suma de la escacez económica y una casa en construcción, resulta la falta de espacio; y de ahí a vivir 11 eternos años durmiendo junto a una mesa de comedor y un bargueño, hay sólo una mudanza.<br />Así fue, cuando a los 6 años nos mudamos del modesto pero confortable dos ambientes en el que cabían mis papás con tres criaturas, a una casa inmensa en la que su eterna construcción, sólo dejaba habilitados tres ambientes.<br />Allí perdí el privilegio de la distribución, y pasé a compartir el dormitorio con mis hermanos y con todo el rejunte de muebles que se querían conservar y no había donde poner. La inmensa mesa de comedor, transformada por la necesidad en escritorio, arrimada junto a un bargueño que varias veces me marcó con moretones mientras intentaba esquivarlo al levantarme al baño durante la noche, convertían esa gran habitación en un laberinto.<br />Pero la incomodidad tenía su ventaja en la proximidad: podíamos hacer la tarea, merendar y jugar en el mismo lugar; y de paso, dar rienda suelta a la curiosidad, husmeando en los cajones y estantes, donde mis hermanos "rescatarían" la colección de autitos antiguos de mi papá para jugar a las carreras con ellos, y yo descubriría que el wisky que guardaban en el bar no servía para jugar al te con las muñecas.<br />Supongo que habrá sido por esa carencia de espacio, que mi papá jamás se sacó la costumbre de apilar libros por cualquier lado. Mi casa no era mi casa si no encontrabas una taza de café , el peine o el teléfono arriba de una columna de libros.<br />Durante un tiempo, que duró lo que un suspiro, tuve el honor de tener un dormitorio sólo apto para dormir, ubicado técnicamente en medio de la cocina; allí sí pude despacharme a gusto comprando un hermoso velador para mi mesita de luz que guardaba zapatos, y ordenar mi incipiente biblioteca en el escritorio que la humedad, que ya hacía estragos en mis pulmones, deformaría hasta el punto de que los estantes parecían sonreir.<br />Así es como hoy, el orden puede ser la razón de una discusión visceral o el motivo para descartar la adquisición de un bien preciado, sólo porque no tengo donde ponerlo.No acepto -inexorablemente- cajas guardadas en armarios, llenas de objetos regalados o comprados para ser exhibidos; ni tolero libros sobre el piso, o papeles fuera de los cajones. Porque en mi mundo ideal todo tiene su lugar, y esos lugares no se crean, se encuentran.<br />Sí, se que soy obsesiva, y me enorgullece serlo, porque así valoro mi casa, aprecio a quien regala y a quien visita; y mis concesiones, valen doble.<br /><br /><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-65829854202244260552009-09-05T19:04:00.009-03:002009-09-07T10:25:42.915-03:00De eso se trata...<div style="text-align: justify;">...de que aún existan las primeras veces. Como era cuando los noticieros me aburrían; cuando la tierra no significaba mugre; cuando lo que esperaba era el recreo; cuando era suficiente cubrirme la cabeza con la sábana para que el monstruo dejara de existir; cuando le dedicaba días del calendario a llorar por lo que quedaba escrito en mis cuadernos; cuando me metía a la pileta solo con bombacha; cuando el piso era cómodo; cuando me hacía reir a carcajadas el cuento de la Buena Pipa; cuando comer con la mano no era un acto de rebeldía; cuando quedarse dormido antes del postre era una catástrofe; cuando sólo tenía mejores amigos; cuando el fastidio se me notaba en la cara; cuando la sorpresa tenía la medida soportable tan sólo con taparme los ojos; cuando creía en el horóscopo y era capaz de estar horas sentada en el escalón de un edificio desconocido esperando un encuentro casual; cuando irse a dormir era una penitencia; cuando mis comidas favoritas eran dos; cuando viajar en tren era una aventura...</div>Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-8953271575271414082009-07-30T14:29:00.010-03:002009-07-31T05:23:11.474-03:00Sueños de miedo<div style="text-align: justify;">Me sorprendí despertándome de golpe, de un sueño que temo premoritorio, en el que tuvieron rienda suelta todos mis miedos, encarnados en perfecciones que pelean contra mi autoestima, en escenas que acusan recibo de pasados demasiado presentes, y en finales anunciados; una síntesis del dolor que supe provocar y que como un boomerang viene a tomar su lenta revancha.<br />Sin la más mínima conciencia de lo que hacía, me despabilé cuando terminé de escribir todo la interpretación de mi pesadilla en un relato de esos que cuando se leen se los reconoce ajenos. Demasiado exacto; demasiado evidente; demasiado posible.<br />Y mi día se pareció a esos que antes me tenían refugiada en mis escondites hasta la noche.<br />Extraño mis escondites. Los tuve hasta cuando ya no fui tan chica y podía irme lejos para descargarme o llorar. Estaban en mi quinta, en ese hueco exterior que dejó el constructor entre el dormitorio y el galpón, en el que apenas cabía sentada, pero donde nadie me veía a menos que se parara justo frente a mí; o en una de las esquinas del parque, detrás del inmenso tronco de un pino; o detrás de la habitación chica de la planta alta de casa, entre la pila de libros que esperaban una biblioteca.<br />Solía escabullirme muchas veces para dejar escapar mi angustia, hasta que cansada de llorar o patalear (literalmente pataleaba mientras gritaba mordiéndome los labios) me distraía con algún libro que encontraba en la pila sobre la que me sentaba, o viendo tras el cerco al vecino que mi abuela había bautizado de ex nazi exiliado, y lo acusaba de subsistir comiendo perros que mataba de una cuchillada.<br />Ya no tengo escondites reales pero aún necesito aislarme, caminando desapercibida por el entorno.<br />Ya no sueño que doy saltos tan altos que me hacen volar, ni que bailo perfectamente un vals con el vestido que vi en la propaganda de la tele. Mis pesadillas son más complejas que soñar que voy al colegio en pijama, o que no tengo los zapatos puestos cuando me encuentro con el chico que me gusta.<br />Y tampoco puedo dormirme pensando en mis dibujitos favoritos para fabricarme mi sueño ideal, o continuar el sueño luego de haberme despertado en la mejor parte para ir a hacer pis.<br /><span style="font-style: italic;font-family:Arial;font-size:130%;" align="left" ><br /></span><span style="font-size:130%;"><span style="font-style: italic;">"...</span></span><span style="font-style: italic;font-family:Garamond;font-size:130%;" >eliminar esos rotundos soñar y despertar que no querían decir nada, situarse más bien en esa zona donde otra vez se proponía la casa de la infancia, la sala y el jardín en un presente nítido, con colores como se los ve a los diez años, rojos tan rojos, azules de mamparas de vidrios coloreados, verde de hojas, verde de fragancia, olor y color una sola presencia a la altura de la nariz y los ojos y la boca</span><span style="font-style: italic;font-family:Arial;font-size:130%;" align="left" >...</span><span style="font-style: italic;font-family:Garamond;font-size:130%;" >"<br />"Hizo un violento esfuerzo para salirse del aura, renunciar al lugar que lo estaba engañando, lo bastante despierto como para dejar entrar la noción de engaño, de sueño y vigilia, pero mientras sacudía unas últimas gotas y apagaba la luz y frotándose los ojos cruzaba el rellano para volver a meterse en la pieza, todo era menos, era signo menus, menos rellano, menos puerta, menos luz, menos cama</span><span style="font-style: italic;font-family:Arial;font-size:100%;" align="left" ><span style="font-size:130%;">..."</span><br />(</span><span align="left" style=";font-family:Arial;font-size:100%;" >"Rayuela", Julio Cortázar</span>)<br /><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-42576049464617421292009-04-21T23:30:00.002-03:002009-04-21T23:37:42.717-03:00Descarga<div style="text-align: justify;">Cuando estoy más cerca de mis lugares, me desarmo pacíficamente. Aunque traiga a cuestas dolores, insatisfacciones, o fracasos, para mí la queja es lo más inocuo.<br />Nada me hace mejor que contar con el tiempo libre para despacharme gratuitamente: llorar aunque exagere el síntoma, sobrestimar el mal rato, aunque no valga la pena el enojo; necesito expirar la mugre.<br />Se que aún no aprendí a no desperdiciar el resto del día, limpiarme y seguir libre del peso molesto, pero también se que me ha hecho peor seguir como si nada me transformara. Y por eso prefiero la reacción a la indiferencia, el enojo al desencuentro.<br />Quiero seguir guardando mi alma para los ánimos que elijo conservar, y no para los que se imponen y roban lugar. </div>Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-19944857280978249522009-04-18T13:59:00.007-03:002009-04-18T14:59:33.216-03:00El dominó de mi abuelo<div style="text-align: justify;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SeoIELCKY0I/AAAAAAAAArY/3p-S53MMMus/s1600-h/Domin%C3%B3.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 249px; height: 317px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SeoIELCKY0I/AAAAAAAAArY/3p-S53MMMus/s400/Domin%C3%B3.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5326078377093391170" border="0" /></a><br /></div><div style="text-align: justify;">Este es el dominó de mi abuelo, con el que jugaba las tardes en su casa, una y otra vez, porque con él todo era entretenido, aunque se lo repitiera hasta el cansancio.<br /></div><div style="text-align: justify;">Las fichas son minúsculas; no se como hacía para verlas. Pero con o sin dificultad para distingirlas, jamás me dejaba ganar si no era en buena ley.<br /></div><div style="text-align: justify;"><br />Mi abuelo no hablaba mucho, pero se sonreía todo el tiempo. Tenía la sonrisa más fresca y tierna que jamás vi.<br />A él le gustaba hacer, y se aburría mucho si no podía estar trepado en alguna escalera hecha por él, cortando el cerco, limpiando la pileta, o arreglando la parrilla.<br />Adoraba compartir esas tareas con él, porque tenía la virtud de contagiar sus ganas. Y así me enseñó a no amedrentarme y ponerle manos a la obra cuando había algún cajón roto, o alguna pared para pintar.<br />Algunos flashbacks:<br />Era mi abuelo quien me iba a buscar todos los mediodías al jardín de infantes, para llevarme a almorzar a su casa. Siempre me traía un par de caramelos gigantes de dulce de leche -que debía comer en tres partes para no ahogarme-, y escuchaba pacientemente mis peroratas sobre el funcionamiento de los semáforos o sobre alguna cuestión médica, mientras caminábamos a la parada del colectivo 132, que estaba justo frente a una juguetería que jamás vi abierta.<br />Una tarde en la que nos vio a mis hermanos y a mí jugando a la familia, nos construyó una cabaña con troncos atados con hojas de palmera, entre dos de los pinos de mi quinta, para darle la escenografía ideal a la fantasía . Estaba tan bien hecha, que ni siquiera dejaba pasar la lluvia, y duró meses en pie.<br />Todas las noches era él el encargado de ponerle el cloro a la pileta para mantenerla limpia, y yo la elegida por mi abuelo para hacer la innecesaria "revuelta" del agua, nada más que para darme el gusto de cumplir el deseo prohibido por mis papás de meterme a la pileta a la noche.<br />Los asados de mi abuelo eran los mejores, sobre todo el pollo a la parrilla. Pero aún mejor eran las charlas que compartía con él frente a la parrilla. Cuando iba a hacerle compañía, me tentaba con algún bocado especialmente dedicado para que me quedara conversando, sobre cualqueir tema que la ocasión brindara: las estrellas, los sapos, el colegio. No se cuál era su secreto (a menos que el amor le de tanto sabor a las comidas), pero jamás volví a probar un pollo a la parrilla tan rico.<br /><br /><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-30579342897541681582009-02-20T14:24:00.013-02:002009-02-25T09:41:18.216-02:00Santos y demonios<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SaS9JtzIv4I/AAAAAAAAArQ/iChbNQQ90Lk/s1600-h/Santos+y+demonios.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 400px; height: 132px;" src="http://1.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SaS9JtzIv4I/AAAAAAAAArQ/iChbNQQ90Lk/s400/Santos+y+demonios.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5306574235559837570" border="0" /></a><br /><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;">Desde los ocho años hasta los doce tuve una especie de florecimiento místico, fomentado por las vísperas de mi Primera Comunión, las clases intensivas de catequesis en mi colegio, y el trabajo comunitario que mis papás habían asumido en la iglesia de mi quinta.<br />El éxtasis de Sor Juana se me acabó cuando dejé de torturar al cura confesándome cada mala palabra que decía, y empecé a pasar horas hablando por teléfono con mis amigas sobre los varones de los colegios vecinos al nuestro.<br />Durante ese tiempo, adoré ser parte activa de las misas dominicales de la parroquia de mi quinta, leyendo las lecturas, cantando los coros, siendo monaguillo o preparando las hostias para consagrar. Pero me gustaba aún más que la participación de mis papás en esa parroquia me daba acceso a lugares y a personas que otros niños ni siquiera imaginaban: conocía la sacristía y la casa donde dormían los sacerdotes; nos quedábamos después de misa jugando con el órgano Hammond o en el confesionario; y compartíamos cenas en casa con el párroco, quien incluso llegó a ser padrino bautismal de uno de mis hermanos.<br />Paradojicamente, las circunstancias sagradas a veces envilecen más que lo que santifican.<br />Así fue como las felicitaciones que habitualmente recibía por mi buena declamación o mi linda voz, y ese libre acceso a lo que era incógnito para el "vulgo", me hacían sentir en un lugar especial del que me regodeaba silenciosa pero innoblemente.<br />Y cuento eso para no avergonzarme dando a conocer que estuve maquiavélicamente tentada de robarme el muñeco del Chapulín Colorado, que junto con otros juguetes igualmente envidiables, habían donado a la parroquia para repartirlos el día del niño; durante semanas debí soportar verlo guardado en el mueble de los platos, sin siquiera animarme a tocarlo para no darle rienda suelta a la tentación. Me alivia pensar que Kant tenía razón, y que no es moralmente bueno el que disfruta siéndolo, sino el que aún no queriendo serlo, se esfuerza y lo consigue.<br />Pero a veces, mi remordimiento ni siquiera se tomaba la molestia de aparecer en mi conciencia, y liberaba la zona para que pudiera robar algo del dinero de la colecta de la misa, que mis papás se encargaban de contabilizar y custodiar (finalmente, las mentiras no tienen patas tan cortas, y recién 25 años después mis papás se enterarán no sólo que su hija era la encarnación del pecado al séptimo mandamiento, sino de porqué no les cerraban las cuentas de la parroquia). Sí, ya se que debería tener prontuario por <a href="http://justitoaca.blogspot.com/2008/03/gracias-los-no-de-la-infancia.html">reincidente</a>, pero en ambas ocasiones era inimputable.<br />Ahora bien, cuando se organizaban los festivales o las peñas, la tentación me dejaba en paz, me olvidaba de mi pretendida condición especial y volvía a sentirme una más, disfrutando a la par de cualquier chico.<br />Me sentaba en una de las sillas de madera plegables, dispuestas en damero en el galpón que se escondía atrás de la parroquia, y que hacía las veces de salón de fiestas y afines, mirando al escenario rudimentario en el que se realizaría algún sorteo, actuaría algún grupo musical folclórico, o se representaría alguna obra con motivo del día de los Reyes Magos (<span style="font-style: italic;">"Llegaron ya los reyes eran tres, Melchor Gaspar y el Negro Baltazar, arrope y miel le llevarán y un poncho blanco de alpaca real...Changos y chinitas duermanse, que ya Melchor , Gaspar y Baltazar, todos sus regalos dejarán para jugar mañana al despertar..."</span>). Pero lo que más me entusiasmaba era ver alguna de las películas que proyectaban en la pantalla portátil, ubicada en el medio del salón que se acondicionaba a modo de cine tapando las ventanas altas con papel afiche negro.<br />Mis papás habían comprado un proyector de Super 8 -que aún hoy recuerdo como ultramoderno, porque se podía usar como televisor si se le tapaba la lente-, y una o dos veces por mes programaban la exhibición gratuita de algún film que alquilábamos los viernes, en la calle Lavalle o en Alvarez Thomas, cuando íbamos camino a mi quinta.<br />El resto del tiempo ese proyector se quedaba en casa, y lo aprovechábamos a lo grande, mirando infinidad de películas proyectadas en la pared del comedor, escuchando sus sonidos mezclados con el ruido de la cinta al pasar; los chicos sentados en el piso, y el "grupo de la parroquia" tirados en las camas de uso múltiple -una decena de chicos que al estilo Pelito, noviaban entre sí, y aprovechaban las bondades de mi quinta: pileta, cena y cine gratis-.<br />Algunas de las escenas memorables que me regaló ese proyector: una cabeza estallando en mil pedazos en "Scanners"; mi papá sin barba y bigote; los honguitos bailarines de "Fantasía"; mis abuelas con capelinas en un casamiento...<br />El resto, una confesión fuera del confesionario, de la que me acordé mientras me dejaba llevar por una película de dibujos animados, proyectada en una pantalla portátil, ubicada a la mitad de un salón acondicionado a modo de cine, con las ventanas tapadas con cortinas oscuras, y sillas de de plástico puestas en damero, situado frente a la comisaría de un pueblo del interior.<br /></div><br />"Nocturna": mi memoria emotiva<br /><br /><object width="445" height="364"><param name="movie" value="http://www.youtube.com/v/tYJ-j6uTmtk&hl=es&fs=1&color1=0x402061&color2=0x9461ca&border=1"><param name="allowFullScreen" value="true"><param name="allowscriptaccess" value="always"><embed src="http://www.youtube.com/v/tYJ-j6uTmtk&hl=es&fs=1&color1=0x402061&color2=0x9461ca&border=1" type="application/x-shockwave-flash" allowscriptaccess="always" allowfullscreen="true" width="445" height="364"></embed></object><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-71928125340627250992009-02-13T14:22:00.010-02:002009-02-14T10:23:05.931-02:00Cuenta la historia<div style="text-align: justify;"><span style="font-style: italic;">"...tomar una esposa es dotarse de una historia. Y si ello es así, debo entender que estoy ahora fuera de la historia...O podría decirse que mi historia me ha dejado. O que he de seguir viviendo sin historia...Y es entonces cuando germina en mí la idea de que la autobiografía es la historia de los pobres desdichados. Y de que estoy diciendo adiós a la historia. Adiós, amada mía"</span> ("Caballos en la niebla", Raymond Carver)<br /><br />Justo en el final de ese cuento, el último de una serie de relatos que cuentan las variadas formas de una relación desgraciada -no sólo por desdichada sino más bien por insípida-, se me hizo evidente que en la historia está una de las grandes diferencias entre lo que es amor y lo que no puede serlo.<br />La historia de quien se ama nos es ajena al principio, es del otro y no nos incluye. En ese mientras, el otro la pinta y desdibuja a piacere, poniendo a su antojo los límites de su intimidad, coqueteando con lo que quiere esconder y con lo que quiere exagerar. A veces, casi siempre, es un acto inconsciente.<br />Pero desde que se elige a quien amar, esa historia ya es parte de lo que no se puede manipular, porque está en lo que el otro conoce, lo que se mostró aún sin contar; y vaya a saber uno que acontecimiento de esa historia nos vistió para la ocasión y nos dejó el adorno que enamoró.<br />La que no se muestra tiene que ser contada, sutil y dedicadamente, para que deje de ser ajena, y sea el antes de una historia común. Porque si la historia se niega, si se esconde, nace una incertidumbre temerosa, que se termina llenando de intuiciones, prejuicios y suposiciones, dejando una sensación de desarraigo que no se cura ni con infinitos momentos perfectos ni con cajas llenas de pertenencias. Es una ausencia que no se compensa, que se cobra a cuenta de lejanías, silencios forzados, pequeñas desconfianzas.<br />Porque falta el saberse parte de la vida del otro, de una historia que venía siendo, que nos muestre que somos un hito en su tiempo, que curamos una herida, que hay alguna otra por curar, que cumplimos un sueño, y que compartimos muchos más.<br /></div><br />Extrañaba ya encontrar uno de esos párrafos que me dejan días digiriendo ideas; se convierten en un regalo aún más precioso que el de disfrutar la lectura de un excelente libro.Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-29793640215658979972009-02-05T00:14:00.001-02:002009-02-06T14:10:06.958-02:00Vacaciones como la gente<div style="text-align: justify;">Durante muchos años agoté mis largas vacaciones escolares en mi quinta, correteando descalza en el pasto y nadando día y noche en la pileta hasta quedar como pasa de uva. Los meses de diciembre y febrero, bajo la anarquía amorosa del cuidado de mis abuelos, mientras mis papás esperaban ansiosos la "feria judicial"; y enero desobedeciendo hábilmente siestas impuestas e implorando que papá y mamá tuvieran el termostato ajustado para meterse a la pileta a jugar con nosotros.<br /></div><div style="text-align: justify;">Pero cuando la situación económica mejoró, o mejor dicho, el "Dios proveerá" pasó también a ser lei motiv de la administración presupuestaria estival, empezamos a irnos de vacaciones "off shore".<br /></div><div style="text-align: justify;">Aunque ya quisiera hoy poder disfrutar de esos días eternos en mi quinta, nada reemplazaba la emoción y la ansiedad de los días previos a un viaje, y la aventura que significaba ir a un lugar desconocido, dormir en un hotel, y tenerlos a papá y a mamá ciento por ciento dedicados a darnos los gustos.<br /></div><div style="text-align: justify;">Una de las primeras vacaciones fuera de mi quinta de las que tengo un recuerdo fiel, fue el viaje a Mendoza. Viajamos en un tren con camarotes, coche-comedor, y cine. Los cinco que éramos entonces compartimos dos camitas, que para nuestro desconcierto aparecieron "mágicamente" luego de nuestro paseo por el tren, y sin que ninguno de los chicos sospecháramos que escondían el sillón y el cuadro que un rato antes adornaban la pared.<br /></div><div style="text-align: justify;">El arrullo del tren en movimiento y los restos del insomnio provocado por la ansiedad de la noche anterior, hizo que el cansancio nos venciera y pasaran desapercibidas las incomodidades de dormir apretujados.<br />Cenar sentados en una mesa, jugando con el movimiento ladeante de vasos y platos, y ver en pleno viaje "El globo rojo" en pantalla grande, nos dieron ganas de que el tren fuera sólo el principio de la aventura.<br />Y así fue. Nos alojamos en un bungalow con aspecto de iglú, tan real que enseguida debimos adaptarnos a la vida esquimal: usábamos el piso de refrigerador, dormíamos completamente vestidos, e incluso mi mamá intentó juntar agua llenando un balde de nieve para lavar los platos al día siguiente (ahí nos falló la instinto y sólo conseguimos menos de un vaso).<br /></div>Caminamos encantados de hundir nuestras piernas hasta las rodillas, salvados de la pulmonía con nuestros flamantes equipos de nieve; jugamos a los rallys con trineos que tardábamos 15 minutos en subir por la ladera de la montaña, y derrapábamos en 10 segundos; construimos nuestro primer muñeco de nieve, destrozado por un perro hambriento que se comió su nariz de zanahoria y se afanó la bufanda que lo adornaba.<br /><div style="text-align: justify;">Pocas viajes recuerdo con tanta añoranza como ese.<br />Después vendrían vacaciones a lo grande, en hoteles que nos asombraban con lujos que sólo veíamos en las películas, y nos hacían comportar como seres extraterrestres, al tratar de descubrir como se abría un grifo sin canilla o la puerta de la habitación con una tarjeta magnética; o inundando la cocina de espuma por haberle puesto detergente al lavavajillas, o el baño por jugar a las olas con el hidromasaje; o rompiendo techos por usar de trampolin las camas king size.<br />Y otra vez volveríamos a las vacaciones más modestas, en las que ni se notaba la diferencia porque las disfrutábamos con la misma intensidad, haciendo picnics en las montañas en busca de vertientes que uno imaginaba como cataratas y después parecían una gotera; nadando en los ríos hasta que los pies nos quedaban insensibles de pisar tantas piedras; e inventando canciones durante los viajes, mientras buscábamos el hospedaje de turno: "hotel flamingo, flamingo hotel donde estás, en un lugar".<br /></div><div style="text-align: justify;">Eran mucho más que vacaciones. Eran el esfuerzo de mis papás para vernos contentos. Eran las ganas de estar juntos. Eran el ingenio que dan ciertas carencias. Eran el aprendizaje de saber aprovechar lo que nos tocara en suerte. Son la síntesis de lo grandiosa que fue mi infancia.<br /></div>Unknownnoreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-60397658149958554332009-01-21T08:29:00.003-02:002009-01-21T08:48:03.283-02:00ReflexionQué alivio me provoca comprender; aunque el resultado no me agrade o no me sane, me alivia.<br />Será que no se tolerar la incertidumbre. Prefiero el error de una decisión apresurada -y en todo caso, el esfuerzo para enmendarla-, que la angustia de no saber para donde correr.Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-50213258472332032312009-01-09T00:27:00.007-02:002009-01-09T09:01:00.357-02:00Me falta barrio...<div style="text-align: justify;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SWa53yx1MoI/AAAAAAAAAos/-4_yPqa_lW0/s1600-h/Barrio.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 270px; height: 192px;" src="http://1.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SWa53yx1MoI/AAAAAAAAAos/-4_yPqa_lW0/s400/Barrio.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5289119180567949954" border="0" /></a>A pesar de haber vivido muchos años en un barrio de los de antes, nunca tuve amigos de la cuadra, ni salí a jugar a la vereda, ni me saludaba el diariero cuando pasaba con las facturas de la mañana. ¿Será por eso que hoy se me hace extraña (y algunas veces intolerable) esa convivencia forzada con quienes están habituados a empatizar, chusmear, y conversar sin pedir permiso?.<br /></div><div style="text-align: justify;">Ya conté que iba a un colegio que estaba lejos de casa; y tardé años en descubir que una compañera vivía a una cuadra y media. La <a href="http://justitoaca.blogspot.com/2008/10/hogar-en-construccin.html">casa en eterna construcción</a>, hizo el resto para dejarnos del lado de adentro, y sólo con los nuestros.<br />La única vez que recuerdo haber tenido una aproximación a la sensación de comunidad vecinal, fue en mi adolescencia, cuando nos mudamos a una casa que lindaba con una “Dietética”. Su dueña, Blanca, nos fiaba siempre las galletitas y antojos de la merienda, y hasta les prestaba plata a mis hermanos para pagar el taxi de la vagancia; teníamos algo así como una cuenta corriente con giro en descubierto, que mi papá después atendía devolviéndole el dinero.<br />Pobre Blanca, su bondad no le trajo buena suerte, porque a pesar de que éramos nosotros los despistados que más de una vez dejamos las llaves puestas del lado de afuera de la puerta de entrada, y que ella rescataba antes de que alguien se diera cuenta, fue a su negocio al que entraron varias veces a robar impiadosamente.<br />¡Ah, me olvidaba de la vecina de mi quinta!, a quien más valía perderla que encontrarla, porque era la que venía con los cuentos de los <a href="http://justitoaca.blogspot.com/2008/05/siempre-hay-algo-ms-feo.html">pitufos asesinos </a>y los hombres-gato violadores. Con ella y su familia sí tuvimos cierta afinidad vecinal, porque algunos fines de semana los invitábamos a cenar o a la pileta, como gesto de gratitud a la buena disposición que demostraban cuidándonos la casa mientras no estábamos, o dándoles de comer a sus perros con la comida que le dejábamos a los nuestros (según la versión mal intencionada de mi abuela).<br />Aunque mi familia numerosa no me daba excusas para quejarme de aburrimiento, debo confesar que siempre quise un poco de esa vida de barrio, de la que se mostraba en Clave de Sol, o en Verano Azul.<br />Pero la situación nunca cambió.<br />Hoy vivo en el barrio más impersonal de todos; uno donde cualquier "pasajero en tránsito" se cree dueños de sus bares, de sus bancos y de las plazas; en donde la única persona que se acuerda de mí, es la dueña del lavadero a quien ya le pagué dos vacaciones; en donde animarse a salir en jogging y zapatillas a las dos de la tarde es un acto de autoestima; en donde jamás te encontrás a la vecina del 4to en el supermercado, porque para donde mires tenés oficinistas comprando tarta y yogurth; donde las zapaterías hacen “arreglos en 2 hs”, y la única verdulería de la zona vende la fruta por unidad.<br />Vivo en un barrio ajeno, que no es de nadie, aunque me esfuerce por sentirlo propio.<br />Cuando quiero pasear en él, debo esquivar los pasos veloces de otros que allí trabajan, y cuando corro a trabajar me pierdo en esa inmensidad de desconocidos, sin que nadie se de cuenta que un domingo me pueden encontrar en la misma calle.<br />Pero los fines de semana es toooodo mío: mío el silencio del mediodía, mía la calle vacía, mía la plaza sin chicos, mío el primer lugar en la cola del super, y el desubicado sonido de los pájaros.<br />Un barrio ecuménico, con poco de barrio, pero al que le voy agarrando el gustito.<br /></div>Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-1641669460905693002008-12-30T01:00:00.003-02:002008-12-30T09:39:02.581-02:00<span style="font-style: italic;">Someone reaching for me now</span><br /><span style="font-style: italic;">Through the dark, reaching for me now</span><br /><span style="font-style: italic;">You need someone to hear you when you sigh</span><br /><span style="font-style: italic;">Someone to wipe away those tears you cry</span><br /><span style="font-style: italic;">Someone to hold you 'neath the darkened sky</span><br /><span style="font-style: italic;">And someone to love you more than I<br /><br /></span><span>Te quiero en ese lugar donde mi amor es solo el principio<br /><br /></span>Unknownnoreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-14720762124199805592008-12-24T20:02:00.004-02:002008-12-25T11:20:44.548-02:00Buenas navidades<div style="text-align: justify;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SVOFSKhI5yI/AAAAAAAAAok/NjTDU76cBQw/s1600-h/navidad.jpeg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer; width: 230px; height: 184px;" src="http://2.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SVOFSKhI5yI/AAAAAAAAAok/NjTDU76cBQw/s400/navidad.jpeg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5283713334943213346" border="0" /></a>Hubo tiempos en los que adoraba la Navidad.<br /></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;">La esperaba ya desde mi cumpleaños, como el próximo acontecimiento al que le dedicaría mi atención durante semanas. Y como tantas otras veces, disfrutaba más del tiempo de espera que del ansiado día.<br />Aún conservo el esmero que me motivaba a pasarme muchísimas horas adornando la casa, preparando la mesa festiva, haciendo individuales en cartulina, centros de mesa con flores y piñas, y demás adornos que molestarían en el cruce de platos durante la cena; pero hoy se lo dedico a otros caprichos hermosos.<br /></div>Las tradiciones en mi casa eran pocas: el árbol jamás se armaría el 8 de diciembre –a decir verdad, más por vagancia rebelde que por tradición-; todos debíamos estrenar ropa; y a la fiesta estaba invitado quien estuviera dispuesto a comer de postre una de las ensaladas de frutas más ricas del mundo.<br />A mí me bastaba imaginarme impecable con mi ropa de estreno, y acompañar a mi papá en las compras de las vísperas, para sentirme como si estuviera a punto de sentarme en el trineo con Papá Noel. Cuando ya tuve mi propio peculio, y no perdía tiempo escribiendo una cartita que jamás viajaba más de tres metros, mi clima festivo rebozaba al elegir los regalos que mi ansiedad siempre estaba a punto de revelar.<br />Mi euforia era tal, que disfrutaba hasta de ir a la misa de Noche Buena, porque era una ocasión perfecta para desfilar mi ropa nueva, como si fuera la novia que espera hacer su entrada triunfal.<br />Luego de la opípara cena que parecía destinada a saciar el hambre de la posguerra, salíamos al parque a mirar los fuegos artificiales, mientras uno de mis hermanos que detestaba los estruendos espiaba por la ventana (para él los fuegos artificiales debían venir con silenciadores, y la guerra debía definirse en un partido de fútbol).<br />Créanlo o no, los regalos eran el motivo menos alentador de mi alegría. Me sentía satisfecha con todo lo previo…el resto era yapa.<br />Eran noches que en mi cortita vida se convertían en las más perfectas de las disfrutadas. Terminaban con la misma ansiedad con la que empezaban, esperando despertar al día siguiente, para desayunar los restos de pan dulce, con la familia y amigos que se habían quedado a dormir. Una de esas tantas noches terminó con alegría extra: mientras todos intentábamos dormir, y en medio de la oscuridad, uno de mis hermanos que se había inaugurado en la sidra del brindis, empezó a correr alrededor de la mesa, riéndose a carcajadas. Las carcajadas se contagiaron entre todos los que estábamos, y mi abuelo tuvo que agarrarlo y frenarlo, para convencerlo de que se fuera a dormir.<br />Me parece que ya conté una vez que me enteré tarde de la verdadera identidad de los misteriosos regaleros, pero lo que vale la pena recordar es que me sugestionaba solita para convencerme de la existencia de la magia.<br />Así fue que, luego de haber descubierto la verdad, en una ocasión en que los “Reyes” nos regalaron un juego de hamacas, descubrimos las huellas de los camellos en el camino de entrada a mi quinta. Jamás supe como fue que llegaron las hamacas, ni si mis papás se tomaron el trabajo de hacer huellas en la tierra, pero sí se que ese día me regalaron una linda duda y las ganas de volver a creer que había alguien que cumplía mis deseos sin esfuerzo.<p></p></div>Unknownnoreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-69591347090751595362008-12-23T23:55:00.004-02:002008-12-24T02:00:23.008-02:00<div style="text-align: justify;">Me quedé sólo con las palabras de la angustia, las que llenan lo profundo de la llaga.<br />Y ahora me cuesta pensar o recordar más allá de lo que me muestra que me es inmerecido este momento. Porque nunca supe ser de otro modo. Porque nunca lo intenté, aunque a veces me provocaran. Y porque hoy se que no quiero serlo.<br />No me tranquiliza la conciencia lo que me hace feliz. Por eso, me duele la facilidad con la que decepciono; la liviandad para menospreciar el costo de conseguir lo que valoro; la ligereza para presumir mi voluntad. Porque así me asumen indiferente, vulgar, superficial, indolente.<br />Y aunque siempre me sea más fácil soportar las faltas padecidas que fallar, y me acostumbre a acobachar lo bueno cuando hay, sin esperar lo que yo misma a veces no se dar, aún no aprendí a tolerar la frustración de los que quiero. </div>Unknownnoreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-9246905162176537842008-12-06T18:57:00.003-02:002008-12-08T10:33:37.038-02:00Primeros abandonos<div style="text-align: justify;">Por imposición de elecciones ajenas o por las propias, siempre estudié en colegios y universidades que quedaban a más de 40 cuadras de mi casa.<br />Con la excusa de la distancia, me obligaban a despertarme tempranísimo para llegar a horario, madrugando antes mi envidia a las que vivían a dos cuadras, y tenían tiempo para volver a su casa y buscar el mapa con división política que la maestra nos había mandado traer el día anterior.<br />La distancia me obligaba también a dejar de lado mi repetidas ganas de irme a casa a almorzar las sobras de la noche anterior, mientras vería en la tele a Carozo y Narizota, y resignarme a ser una más del montón, sentada en el comedor del colegio, comiendo la milanesa menos tentadora del planeta, en platos de un desconocido material irrompible, y una gelatina servida en vasitos plásticos de cafe.<br /></div><div style="text-align: justify;">Así, entre concurrencias de dobles turnos, y tardes leyendo en bibliotecas, pasaba más de las tres cuartas partes de las horas útiles del día dentro de los claustros estudiantiles para no perder el tiempo en viajes.<br />Pero un vez, mi estadía en el colegio superó lo que mi cuerpo y mente estaban habituados a aceptar.<br />Sucedió una de esas pocas tardes en las que no tenía actividad extraescolar y salía del colegio al razonable horario de las 16 hs. Pero, por una razón que desconocí hasta muchos años después, ese día se olvidaron de ir a buscarme.<br />Y me quedé esperando en el hall. Al principio sin notar la demora, jugando con algunas compañeras; después sola, dibujando en el piso con el aserrín que tiraban siempre los días de lluvia.<br />Pero a las dos horas, comencé a desesperar, justo después de que la última rezagada mamá pasara a buscar a mi afortunada compañera, y me preguntara con cara de asombro si mis papás estaban demorados, y si quería que ella me llevara casa, a lo que, por verguenza supongo, le contesté irremediablemente que no.<br />Después, la angustia. Ni un solo ruido en todo el colegio. Solo monjas que iban y venían, dándome palmaditas en la cabeza. Me moría de ganas de hacer pis, pero no me quería mover del banco por las dudas de que llegara alguien en mi búsqueda y se pensaran que ya me había ido.<br />Y la angustia y la desesperanza llegaron a su punto máximo cuando vino la directora del colegio a ofrecerme cenar un sandwich y una manzana que traía en la mano. Solo aguanté a que se fuera, luego de mi respetuoso rechazo, y me largué a llorar: ¡cenar en el colegio....¡¿a quién se le puede ocurrir algún ofrecimiento más desagradable para una niña de 11 años?!. Ya era suficiente con tener que almorzar ahí, para encima verme obligada a ver la oscuridad de la noche, sentada en un banco del colegio, sola, comiendo un sandwich, invitada por una monja.<br />A esas alturas ya me resultaba increible pensar en mi rescate. Pero llegó de manos de mi mamá, a eso de las 8 de la noche.<br />Mucho tiempo después me explicarían que ese día debía buscarme mi papá, quien vaya a saber porqué pensó que él sólo debía encargarse de mis hermanos (que iban a un colegio a dos cuadras del mío), y que a mí me retiraría mi mamá. Gracias a que mi ausencia se notaba, al llegar a casa mi mamá preguntó por mí, se enteró del malentendido, y salió rápidamente en mi búsqueda.<br /><br />El tiempo pasa, y los abandonos de antes se van convirtiendo en anécdotas con gracia, reemplazados por abandonos actuales, insuperables en sufrimiento, hasta que uno nuevo, le saque el primer lugar en el campeonato de los malos momentos. Puro entrenamiento.<br /><br /><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-48039742166622020262008-11-20T17:41:00.003-02:002008-11-20T23:17:15.796-02:00Librotote<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://1.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SSWP0__GahI/AAAAAAAAAoE/TgjJ4RDpjfw/s1600-h/Sesame.jpg"><img style="cursor: pointer; width: 309px; height: 400px;" src="http://1.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SSWP0__GahI/AAAAAAAAAoE/TgjJ4RDpjfw/s400/Sesame.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5270777079599098386" border="0" /></a><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SSWP1QkaWJI/AAAAAAAAAoM/PADCo6AzDEk/s1600-h/Sesame1.jpg"><img style="cursor: pointer; width: 310px; height: 400px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SSWP1QkaWJI/AAAAAAAAAoM/PADCo6AzDEk/s400/Sesame1.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5270777084050561170" border="0" /></a><br /><br /><div style="text-align: justify;">No hay mucho para decir.<br />Lo encontré paseando entre libros, revistas y discos, uno de esos días donde lo único poco amigable son las ganas de hacer pis.<br />Como tantas veces, cuando lo ví dije/grité: <span style="font-style: italic;">"Yo lo teníaaaa"</span>. Y entonces me lo llevé.<br />Es un libro para pintar gigante, de los que te tenés que tirar al piso para poder colorearlo cómodamente.<br />Tiene dibujos de los personajes de Plaza Sésamo; ese programa que vaya a saber uno porqué a mi mamá le atraía tanto, y que a pesar de que lo único realmente entretenido era Elmo por condescendencia supongo, miraba todas las tardes (sí, ya de chica era complaciente aún a costa de mi desagrado).<br /><br /></div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-47786953620910314902008-11-14T14:01:00.005-02:002008-11-14T14:26:38.565-02:00<div style="text-align: justify;">¿Porqué mierda la gente (por mayoría, por gentuza, por impersonales), insiste en creer que el resto quiere joderle el día?. ¿No se les ocurre pensar que el otro no tuvo intención de molestar, ni de ser agresivo, ni de perturbar su preciosa comodidad, o que en el peor de los casos, equivocó su actitud por simple ignorancia?.<br />No dedico mi tiempo a molestar ni a hacerle el día más difícil a nadie; no me merezco entonces sus tonitos sobradores, ni sus empujones, ni sus excusas irónicas, ni sus miradas maliciosas.<br />Gente bizca, que no despega los ojos de su ombligo, y ni siquiera por un instante intentan salir de su burbuja empañada, entérense: el mundo ni empieza ni termina en lo que Uds. quieren.<br /><span style="font-style: italic;">"¿porqué no probamos, por una vez, a realizarle al otro sus sueños?”</span><br /></div><span style="font-style: italic;"><br /><br /></span>Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-75475188994413485922008-10-31T08:17:00.005-02:002008-10-31T10:24:52.189-02:00Feliz Jalowiiiin<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SQrdy-sXqqI/AAAAAAAAAn0/B56CihDevQ4/s1600-h/Bruja.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 367px; height: 400px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SQrdy-sXqqI/AAAAAAAAAn0/B56CihDevQ4/s400/Bruja.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5263262982428142242" border="0" /></a><br />Sí, ya se: que es una fiesta pagana, que no nos pertenece, que es completamente ajena a nuestra cultura, que no tiene sentido, que es fomentada sólo con fines comerciales, etc., etc., etc.<br />Pero necesitaba la excusa para poner la foto y demostrar que las brujas sí existen.<br /><br />PD: no hay truco; la vi con mis propios ojos, varias veces, muchas veces....y ahora tengo pesadillas.<br /><br />Update visual: para que vean que no exagero...y que donde hay uno hay más!!!!<br /><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SQr4-vEvPJI/AAAAAAAAAn8/qQcAH2dHdRU/s1600-h/Bruja+y+compa%C3%B1%C3%ADa.jpg"><img style="cursor: pointer; width: 400px; height: 352px;" src="http://2.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SQr4-vEvPJI/AAAAAAAAAn8/qQcAH2dHdRU/s400/Bruja+y+compa%C3%B1%C3%ADa.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5263292871207763090" border="0" /></a>Unknownnoreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-38657524466160055272008-10-23T23:21:00.013-02:002008-10-28T22:32:02.361-02:00"en construcción"<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://3.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SQZmNpXoxII/AAAAAAAAAnk/SwTbf14lZ4w/s1600-h/23-10-08_2003.jpg"><img style="cursor: pointer; width: 320px; height: 400px;" src="http://3.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SQZmNpXoxII/AAAAAAAAAnk/SwTbf14lZ4w/s400/23-10-08_2003.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5262005599258330242" border="0" /></a><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SQZmNNAh9PI/AAAAAAAAAnc/ifekGj5bzP8/s1600-h/23-10-08_2004.jpg"> </a><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SQZmNNAh9PI/AAAAAAAAAnc/ifekGj5bzP8/s1600-h/23-10-08_2004.jpg"><img style="cursor: pointer; width: 320px; height: 400px;" src="http://2.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SQZmNNAh9PI/AAAAAAAAAnc/ifekGj5bzP8/s400/23-10-08_2004.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5262005591645222130" border="0" /></a><br /><br /><div style="text-align: justify;">Hace un tiempo que paso habitualmente por la puerta de la casa de mi infancia, y siempre con la misma fuerza, me siento atraída por una magia que intuía pero que ahora se me hace evidente: me atrae a verla, a espiar por el rabillo de la cerradura, a imaginarme que todo está igual -porque nada puede ser mejor-, a seguir sintiéndola propia. Y atendiendo cada detalle de todo lo idéntico, voy construyendo lo que la casa ya no tiene, lo que se mudó conmigo.<br />Paradójicamente, durante más de 10 años de mi infancia, crecí en esa casa eternamente en construcción. Jamás llegó a ser lo que me contaron que sería, ni lo que yo misma quise que fuera: una casa de dos pisos, con un hermoso patio abajo; con una cocina cálida con desayunador; un resguardado living, ideal para contener el sonido de la música; y mi pequeño dormitorio con una alfombra peluda y un ventanal con salida al balcón que daba al patio de abajo.<br />Sólo llegó a tener el desayunador en la cocina y el patio. El resto: contrapisos, paredes con revoque, un baño exterior, mucha humedad y dos habitaciones compartidas entre siete.<br />Sin embargo, era más amable por lo poco que había que por lo mucho que podía haber. Esa casa supo dejar marcas en mi cuerpo y en mi alma.<br />Una casa de principios de siglo, con paredes que parecían tener venas que se cargaban de agua cuando llovía y mojaba los cables de tela, provocando inesperadas descargas eléctricas a quien se descuidara apoyándose en ellas. Fueron tantas las veces que me descuidé, que recién ahora me animo a cambiar una lamparita sin llamar al electricista.<br />El baño estuvo en el patio durante años, hasta que luego de mucho ahorro se pudo construir el pasillo que lo incluiría dentro de la calidez del hogar. Así aprendí a aguantarme las ganas de hacer pis durante la noche, hasta los límites insospechados del inevitable despertar; nunca me atreví a salir de madrugada a los invierno de los 0 grados, aún a costa de la salud de mis riñones.<br />Sólo habitábamos el piso de abajo. En el de arriba, había tres habitaciones que cumplían la función de depósito de la copiosa biblioteca de mi papá. Adoraba subir allí, sin anoticiar mi ausencia, para poder curiosear sin tiempo esos libros intrigantes. Recuerdo muchos que continuamente llamaban mi atención: uno de curanderismo, con una foto en la tapa que mostraba a alguien vestido de médico metiendo su mano en el estómago de una persona despierta; otro de magia negra, que empezaba con una tenebrosa advertencia sobre la verosimilitud de los ritos que incluía (entre ellos una invocación al diablo, que se debía realizar frente a un espejo iluminado con velas negras); otro de fotografía, con cuerpos desnudos en posiciones francamente irrepetibles; otro de Las Mil y Una Noches; muchos de filosofía, con frases inintelegibles para mí en ese entonces (y en este ahora, a veces).<br />En otra de las habitaciones estaba la colección encuadernada de diarios de 1945, que me apasionaba husmear en busca de viejas publicidades, y que en alguna ocasión me ha servido de entretenimiento junto a mis hermanos cuando llamábamos a los teléfonos publicados: <span style="font-style: italic;">¿Hola, estoy hablando con "la sastrería Marco Polo" ?</span>.<br />Pero había una cuarta habitación que tenía una magia especial, no sólo porque mi papá había instalado allí su escritorio, sino porque de la pared del fondo salía el tronco y las ramas de un árbol testarudo que había decidido crecer allí y que la adornaba impecablemente.<br />Y yo le hacía honores a su especialidad, eligiéndola como lugar de estudio sentada en el descuajeringado sillón, o dándole rienda suelta a mi curiosidad revisando cajones ajenos. Así descubrí, tiradas en un rincón, unas revistas pornográficas que, vaya a saber porqué, no me sorprendieron en lo más mínimo a pesar de mi corta edad. Y en otra ocasión, encontré unos negativos fotográficos que acusaron la plena vigencia de mi complejo de Electra: mostraban a una mujer desnuda sobre una cama, quien evidentemente no era mi mamá, junto a otro hombre a quien sólo mi imaginación freudiana pudo creerlo parecido a mi papá. La, para mí ,documentada infidelidad motivó mi raudo y lacrimoso aviso a mi mamá quien, luego de ver los negativos, me respondió con una carcajada que me dejó en el más merecido de los ridículos, seguida de una demostración convincente sobre que ni ella era la señora desnuda, ni mi papá el señor al costado de la señora, ni ninguno de los dos quien tomó la foto (jamás se me ocurrió pensar en quién corno había sacado la foto).<br />La escalera que unía el ambiente cotidiano con ese otro al que me gustaba escapar, también supo tener su protagonismo. En ella decidí que jamás fumaría, luego de tener un absceso de tos por haber probado un cigarrillo encendido que le llevaba a mi papá. Me regaló también el momento más tenebroso que viví jamás, cuando un rayo descargó su furia en su baranda, iluminando de un blanco fosforescente el abrazo que con mis hermanos le dimos a mi mamá en busca de apaciguar nuestro pánico.<br />Finalmente, el pasillo de entrada en el que los martes a la mañana corríamos para ser el primero en apropiarnos del Billiken; o el de las vueltas del colegio, que nos veía desabrochándonos el uniforme para ahorrar tiempo de ocio en casa; la puerta de hierro que a pesar de que se cerraba a los golpes, siempre fue tan efectiva que cuando entraron a robarnos debieron hacerlo por el techo; la pileta de cemento de la entrada, donde metía a mi perra para bañarla mientras ella hacía todo lo posible para que compartiéramos el “momento”.<br /><br />Esa casa fue y es un continente entero de mis emociones. Y aún así, como estuvo siempre, “en construcción”, fue el hogar más perfecto que hubiera podido elegir.<br /></div>Unknownnoreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-38845467909227657282008-10-06T23:12:00.006-03:002008-10-17T16:33:20.812-03:00En el mientras<div style="text-align: justify;"><a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://2.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SPjb2KQ3QfI/AAAAAAAAAnE/ugNp7MPpttc/s1600-h/Manuelita.jpg"><img style="margin: 0pt 10px 10px 0pt; float: left; cursor: pointer;" src="http://2.bp.blogspot.com/_z3S5johb73c/SPjb2KQ3QfI/AAAAAAAAAnE/ugNp7MPpttc/s400/Manuelita.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5258194288469557746" border="0" /></a>Hoy tengo la convicción de que todo va adquiriendo su justo significado. Lo dudoso, lo latente, lo escondido, lo inerte, lo neutral, tuvieron un imprevisto giro que los puso en primer plano. Y todo se fue acomodando, para que la segunda parte sea la mejor. Así, hasta la circunstancia más banal encontró el sentido que le cabe ahora como anillo al dedo.<br />Si hasta Manuelita, que ha sido durante años simplemente el nombre de mi alterego, hoy es mi "Lejana" de Cortázar, que como ella vive más acá que allá.<br />Por eso quise tener este juguete, solamente por ser la representación de tanto.<br /><br />Hoy soy más Manuelita que Carla, Julieta, Micaela, y tantos otros nombres a los que pudiera responder. Por eso recuerdo desde aquí, porque mis anécdotas pintan de pies a cabeza a una Manuelita.<br />A quién sino a una Manuelita de seis o siete años se la imagina uno absorta mientras escucha y ve su primera ópera. O despertándose tempranísimo, a la mañana de un sábado para prepararles el desayuno a sus papás con facturas y diario comprados sigilosamente para no despertarlos. O leyendo un cuento, escondida debajo de la ropa de cama para que la realidad de su dormitorio no distrajera su imaginación.<br /><br />¡Le queda tan bien ese nombre a mis recuerdos!. Me sientan tan bien hoy mis recuerdos...<br /></div>Unknownnoreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-6912518850466688962008-10-06T16:00:00.001-03:002008-10-07T07:52:59.229-03:00Homenaje<meta equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8"><meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 11"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 11"><link rel="File-List" href="file:///C:%5CDOCUME%7E1%5CADMINI%7E1%5CCONFIG%7E1%5CTemp%5Cmsohtml1%5C01%5Cclip_filelist.xml"><!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> </w:Compatibility> <w:browserlevel>MicrosoftInternetExplorer4</w:BrowserLevel> </w:WordDocument> </xml><![endif]--><!--[if gte mso 9]><xml> <w:latentstyles deflockedstate="false" latentstylecount="156"> </w:LatentStyles> </xml><![endif]--><style> <!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} --> </style><!--[if gte mso 10]> <style> /* Style Definitions */ table.MsoNormalTable {mso-style-name:"Tabla normal"; mso-tstyle-rowband-size:0; mso-tstyle-colband-size:0; mso-style-noshow:yes; mso-style-parent:""; mso-padding-alt:0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-para-margin:0cm; mso-para-margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:10.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:#0400; mso-fareast-language:#0400; mso-bidi-language:#0400;} </style> <![endif]--> <p class="MsoNormal">A veces quisiera que todos te hubieran conocido,
<br />Que aún escuchen tu voz ronca y graciosamente gritona,
<br />Que les fuera incontenible la risa al escuchar tus disparates filosóficos,
<br />Que descubrieran con orgullo impropio tu silenciosa bondad.</p> <p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal">Porque quiero hablar de vos, </p> <p class="MsoNormal">Y quizás así poder extrañarte menos</p> <p class="MsoNormal">Recordarte en voz alta, </p> <p class="MsoNormal">Llorar tu ausencia sin explicarle a nadie.</p> <p class="MsoNormal">
<br />Pero a veces quisiera seguir siendo de los pocos que tenemos tu recuerdo,
<br />Para protegerlo, con el más altruista egoísmo, de que lo empequeñezcan con clichés.</p> <p class="MsoNormal">Y sí, sos bueno, alegre, generoso; y fuiste cabrón, fanático, porfiado hasta la médula, y tenías hormigas en el culo. Y todo de una forma tan amablemente única…</p> <p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal">
<br /></p><p class="MsoNormal">Porque siempre voy a creer que no hago suficiente en honor a tu memoria, </p> <p class="MsoNormal">Que te sueño poco,</p> <p class="MsoNormal">Que te lloro menos, aunque te extrañe demasiado,</p> <p class="MsoNormal">Que he sido ingrata con la calidez que me regalaste todos tus años,</p> <p class="MsoNormal">Que no te llego ni a los talones en casi todo lo que pudiste hacer.</p> <p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p> <p class="MsoNormal">
<br /></p><p class="MsoNormal">Pero tu alegría es tan contagiosa… </p> <p class="MsoNormal">Y por más que me esfuerce en evitarlo, se me escapan tus memorias. </p> <p class="MsoNormal">Les gusta sentarse en el papel para dibujar tu nombre,</p> <p class="MsoNormal">Para que otros te lean, y con la más ingenua vanagloria vos te sientas famoso</p><p class="MsoNormal">Y los demás te sintamos merecidamente admirable.</p> <p class="MsoNormal"><o:p> </o:p></p>
<br />
<br />Unknownnoreply@blogger.com7tag:blogger.com,1999:blog-5865656856729594248.post-28347733038407981982008-09-25T23:54:00.002-03:002008-09-27T11:06:00.607-03:00<div style="text-align: justify;">Una vez, cuando tenía 5 años, tuve la espantosa percepción de que todo lo que estaba viviendo era parte de un sueño. Y sentada en la cama de mi papás, viendo a mi mamá ordenar la ropa de invierno en ese ropero inmenso que ocupaba toda la pared, le pregunté cómo sabía ella que todo lo que nos sucedía no era un sueño.No recuerdo que me contestó, pero puedo asegurar que intentó calmar mi aparente ansiedad con una improbable pero rotunda respuesta que me confirmaba que lo que vivíamos era real.<br />Más de una vez volví a confundir las dimensiones, y reaccioné y tomé decisiones en función de hechos que solo habían estado en mi imaginación, ilustrados con un nivel de realismo y detalle asombrosos. Los resultados, increíblemente, nunca fueron demasiado catastróficos; quizás porque algunos sueños tienen la fuerza necesaria para empujarnos hacia otro casillero.<br />Más de una vez también, rogué infructuosamente estar soñando, y que tanto sufrimiento fuera solo consecuencia de pasar frío mientras dormía.<br />Aún hoy, a veces tengo la sospecha de que estoy viviendo más a crédito de mi imaginación y mis sueños, que a costa de lo que realmente sucede; ahora sí temo que el desengaño no sea gratuito.<br />Pero lo que sí sería ciertamente catastrófico es que aquellos que son columnas de mi realidad, sean una fachada, una mentira creada, creída o sostenida por mí, o por ellos, da igual.<br />Capaz sea esa sospecha la que me intimida, la que no me deja rasquetear demasiado la superficie, la que me provoca a contentarme con lo que me cuentan.<br />Y aunque no es lo que debería ser, es así, y tampoco le encuentro la salida a esa ruta.</div>Unknownnoreply@blogger.com14