En una de las ferias, encontré esteee...bah, no se que es...títere, marioneta, o "pantera empalada" como la bautizaron por ahí. La cuestión es que me lo traje conmigo sencillamente porque me gustó, y porque su anterior dueño me dijo que "era de los que se vendían en el Italpark". Si me mintió, no lo se, pero al menos el dato me sirvió para acordarme de ese mundo fantástico, y eso solo ya lo hace rescatable.
“El más grande de Sudamérica”, decía una de las propagandas televisivas. Y a mí, con mis inocentes 10 años me importaba un bledo si era el más grande de Sudamerica o de la cuadra: yo quería ir!!!.
¡La magia que generaba ese lugar!: mirar atónitos cuando pasábamos con el colectivo, la ansiedad de estar en la puerta esperando que nos agarraran las entradas; la desesperación por correr a los juegos más populares…
Creo que no fui más de 3 veces, pero no obstante, todo los chicos estábamos todo el tiempo al tanto de lo que pasaba y dejaba de pasar en ese lugar increible.
La entrada era cara y sólo te incluía los peores juegos; para todos los buenos tenías que comprar las fichas adentro –si tenías suerte, habías conseguido alguno de los talonarios de pases gratis-. Además, no había forma de ir y que no empezáramos con el “¿me comprás?”, apenas veíamos al heladero o al que vendía el maní con chocolate. Para los papás era un día entero de stress: con los “no” en la punta de la lengua, y vigilando a cuatro ojos que no nos perdiéramos en ese mundo de enanos de metro veinte y monstruos de lata animados a botón.
Para colmo, las pocas veces que fui era muy niña aún, así que no me pude subir ni al Samba, ni al Matter Horn ni al Super 8 Volante (ojo, tampoco me amargaba demasiado, porque ya en esa época no me resultaba muy entusiasmante quedar cabeza abajo y con unas ganas de vomitar insoportables). Me tenía que contentar con el Twister, El Pulpo, y el Tren Fantasma, que asustaba menos que Casper. Por suerte, nos las ingeniábamos para marearnos en las tacitas hasta el punto de ponernos blancos, o para reirnos con nuestros cuerpos deformados en el laberinto de espejos. Más grande ya ni los autitos chocadores pude disfrutar, porque empecé a odiarlos, gracias a una vez que en una pista de karting mis hermanos se ensañaron conmigo tanto, que terminé llorando y haciendo parar a toda la rueda porque gritaba que me quería bajar.
Imborrable es uno de los recuerdos de la última vez que fuimos: asombrados con mi hermano ante una máquina que hacía helados de crema y te los servía en olitas, convencimos a mi mamá que nos comprara uno…sería por la originalidad, pero para mi siempre fue el helado más rico que probé en mi vida.
Hoy no hay más resto físico del Italpark que algún que otro juego que fue a parar al parque de diversiones de Luján, y un terreno, que de casualidad terminó en plaza, sencillamente porque luego de la trágica muerte se enteraron que no era edificable, y por eso a nadie le interesó hacerse de él.
Pero la magia de ese lugar no estaba en lo que hoy ya no está. La magia se la daba nuestras insuperables ganas de pasarnos los días ahí dentro, de sentir que era un mundo entero hecho a nuestra medida. Y así se conserva en mi memoria y en la de muchos. Y por suerte es de esos recuerdos fáciles de encontrar, que se activan con sólo un nombre, una imagen o un sonido, y que nos regalan una sonrisa nostálgica y contagiosa.
Creo que no fui más de 3 veces, pero no obstante, todo los chicos estábamos todo el tiempo al tanto de lo que pasaba y dejaba de pasar en ese lugar increible.
La entrada era cara y sólo te incluía los peores juegos; para todos los buenos tenías que comprar las fichas adentro –si tenías suerte, habías conseguido alguno de los talonarios de pases gratis-. Además, no había forma de ir y que no empezáramos con el “¿me comprás?”, apenas veíamos al heladero o al que vendía el maní con chocolate. Para los papás era un día entero de stress: con los “no” en la punta de la lengua, y vigilando a cuatro ojos que no nos perdiéramos en ese mundo de enanos de metro veinte y monstruos de lata animados a botón.
Para colmo, las pocas veces que fui era muy niña aún, así que no me pude subir ni al Samba, ni al Matter Horn ni al Super 8 Volante (ojo, tampoco me amargaba demasiado, porque ya en esa época no me resultaba muy entusiasmante quedar cabeza abajo y con unas ganas de vomitar insoportables). Me tenía que contentar con el Twister, El Pulpo, y el Tren Fantasma, que asustaba menos que Casper. Por suerte, nos las ingeniábamos para marearnos en las tacitas hasta el punto de ponernos blancos, o para reirnos con nuestros cuerpos deformados en el laberinto de espejos. Más grande ya ni los autitos chocadores pude disfrutar, porque empecé a odiarlos, gracias a una vez que en una pista de karting mis hermanos se ensañaron conmigo tanto, que terminé llorando y haciendo parar a toda la rueda porque gritaba que me quería bajar.
Imborrable es uno de los recuerdos de la última vez que fuimos: asombrados con mi hermano ante una máquina que hacía helados de crema y te los servía en olitas, convencimos a mi mamá que nos comprara uno…sería por la originalidad, pero para mi siempre fue el helado más rico que probé en mi vida.
Hoy no hay más resto físico del Italpark que algún que otro juego que fue a parar al parque de diversiones de Luján, y un terreno, que de casualidad terminó en plaza, sencillamente porque luego de la trágica muerte se enteraron que no era edificable, y por eso a nadie le interesó hacerse de él.
Pero la magia de ese lugar no estaba en lo que hoy ya no está. La magia se la daba nuestras insuperables ganas de pasarnos los días ahí dentro, de sentir que era un mundo entero hecho a nuestra medida. Y así se conserva en mi memoria y en la de muchos. Y por suerte es de esos recuerdos fáciles de encontrar, que se activan con sólo un nombre, una imagen o un sonido, y que nos regalan una sonrisa nostálgica y contagiosa.
13 comentarios:
Excelente, Manuelita. Como siempre.
Tus evocaciones son la dicha de los que no vivimos este tipo de infancia :-)
Buena vida y buen fin de semana.
Bella evocación de un lugar en el que muchos fuimos muy felices...
Aquí en Mar del Plata tuvimos una sucursal (?) del Italpark y recuerdo la alegría que tuvimos, -mis amigas y yo- cuando logramos la altura necesaria para subir a la "montaña rusa".
Gritábamos como locas mientras subíamos y bajábamos, muertas de miedo y nervios... al bajar decíamos: -¡¡otra vez otra vezzz!!
En sucesivos viajes a Cap. Fed. para visitar a familiares, ir a ese parque de diversiones ¡¡era prioridad!!...
ES verdad, recordarlo nos trae sonrisas nostálgicas y contagiosas.
¡¡¡Abrazotes gigantes y candor!!!
Como siempre gratos recuerdos traes a mi mente...
El zamba que colas largas para subir y el laberinto del terror,que manera de gritar...y la pista de Indianapolis...
Un beso
Lindo fin de semana
Cass: muchas gracias!. Es bueno saber que una parte de la intención llega a destino.
Iguales deseos para vos.
Cando: estaban en los planes de las vacaciones de todos creo.
Jorgelina: seguramente perdíamos más tiempo haciendo filas que jugando. Pero ese cosquilleo mienras esperábamos subir al juego, bien lo vale.
Besos muchísimos para las tres
Al primer juego que subí fue al pulpo. Ese día sentí por primera vez ese nudo que se te hace en el estomágo por el vértigo..y no paró nunca!! me encanta la montaña rusa, obviamente subí cuando tuve edad a la super 8, y no pierdo oportunidad de divertirme con ese tipo de juegos. Creo que todos los que fuímos al Italpark recordamos esos días como especiales. Besotes!
qué maravilloso!
yo vivía en Santa fe, y cuando con mis viejos íbamos a Buenos Aires, lña pasada por Ital Park, era obligatoria... amaba los kartings... qué felicidad!!!!
Yo la teeeeeeeeengo ¿viste que bonita pantera?Cuando la traje a casa lo primero que me dijeron :esa porquería?
Manu,momentos inolvidables viví el el ital,casi todos los fines de semana ibamos con el grupo de amigas de mi barrio.Me acuerdo que nos ponían una cintita(soy de otra década) y subías y bajabas cuantas veces quieras.Y la época en que pagabas el pasaporte!!! uhhhh por que no me guardé nada.
El tren fantasma ,Entré pero nunca ví nada siempre gritaba y con la cara tapada.
El zambaaaaa!!! venía toda marcada de los palos que me daba.
El pulpo , tuvieron que pararlo,por que me había agarrado tal ataque que seguro moría ahí dentro.
Igual que el masterhome.
El barco ¿te acordás? que palazos me pegué ahi dentro!!
En el laberinto me sacaron llorando por que no hubo forma de encontrar la salida. ¡¡que maricona !!jajaja.
Lo único que disfrutaba eran los autitos chocadores me gustaba hacer pelota a todos y que terminaran mal.
Y la montaña rusa nueva esa que te quedabas con la cabeza para abajo.
La taza ,una vez la llené por que de tanto marerme me descompuse jajajja¡¡que asco!!.Ay Manuelita trajiste a mis recuerdos uno de los mejores momentos.
Cuando mi papi me llevaba con mi hermanito,cuando ibá con amigas.Con mi primer novio.Bué no pararía nunca en este post en contar mis aventuras ahí dentro.
Te imaginas si todavía existiera?haríamos destrozos ahí dentro.Cada vez que paso por el lugar .¡¡tanta nostalgia!!
Hermoso post Manu.
A tus hermanos sí que los recordarás siempre
Un beso enorme y buen fin de semana,.
¡¡que vuelva el italpark !!
Ada: a mi esa sensación tambien me gusta, pero un instante nomás, y generalmente ese instante se termina cuando estoy arriba de todo y ya no puedo escapar. Le garantizo que no soy buena compañera para esos juegos.
Fabio: y claro...debías ser como mis hermanos: disfrutabas estrolando tu auto sobre el de la nena que paseaba como Penelope Glamour.
Marisa: todos los fines de semana ibas???? !cómo para no tener recuerdos de ese lugar!.
¿Sabés qué es lo más interesante?, que estoy segura que si vamos hoy ambas reaccionaríamos igual que hace veinte años. Qué ganas!!
Muchisisimos besos para los tres
Uy, te leo y me da la sensación de haber escrito yo. Qué fuerrrte!!!!
Estoy muy feliz de espejarme en tu blog.
Esta nota me encantó, me hizo revivir momentos hermosísimos, y me alegró el día. Gracias.
A veces pasa...como dijeron una vez por acá, es sospechosamente divertido darse cuenta como nuestras infancias suelen ser tan parecidas.
Muchas gracias a vos por dedicarte a leerlo.
Besos muchos
no fui muchas veces al Italpark ya que vivia afuera pero si fui de muy chica. Lo que me acuerdo es de los autitos chocadores donde una vez me subieron con mi primo para que manejara (yo era muy chiquita) y otra vez en las que se les ocurrio que yo podia manejarlo sola (tendria unos 7 años) y me dejaron ahi. No podia llevar el auto ni para atras ni para adelante y me puse a llorar porque despues me quede dando vueltas sola. Nunca mas me subi a los autitos! ayyyy que recuerdos. Del que me acuerdo tambien aca en Argentina es del Parque de la Ciudad, esta super abandonado, todos los hierros oxidados en el estacionamiento, que pena!
Viste? las torturas infantiles provocan daños irreversibles ;).
Saludos
cuantos recuerdos
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