Cuenta la historia

"...tomar una esposa es dotarse de una historia. Y si ello es así, debo entender que estoy ahora fuera de la historia...O podría decirse que mi historia me ha dejado. O que he de seguir viviendo sin historia...Y es entonces cuando germina en mí la idea de que la autobiografía es la historia de los pobres desdichados. Y de que estoy diciendo adiós a la historia. Adiós, amada mía" ("Caballos en la niebla", Raymond Carver)

Justo en el final de ese cuento, el último de una serie de relatos que cuentan las variadas formas de una relación desgraciada -no sólo por desdichada sino más bien por insípida-, se me hizo evidente que en la historia está una de las grandes diferencias entre lo que es amor y lo que no puede serlo.
La historia de quien se ama nos es ajena al principio, es del otro y no nos incluye. En ese mientras, el otro la pinta y desdibuja a piacere, poniendo a su antojo los límites de su intimidad, coqueteando con lo que quiere esconder y con lo que quiere exagerar. A veces, casi siempre, es un acto inconsciente.
Pero desde que se elige a quien amar, esa historia ya es parte de lo que no se puede manipular, porque está en lo que el otro conoce, lo que se mostró aún sin contar; y vaya a saber uno que acontecimiento de esa historia nos vistió para la ocasión y nos dejó el adorno que enamoró.
La que no se muestra tiene que ser contada, sutil y dedicadamente, para que deje de ser ajena, y sea el antes de una historia común. Porque si la historia se niega, si se esconde, nace una incertidumbre temerosa, que se termina llenando de intuiciones, prejuicios y suposiciones, dejando una sensación de desarraigo que no se cura ni con infinitos momentos perfectos ni con cajas llenas de pertenencias. Es una ausencia que no se compensa, que se cobra a cuenta de lejanías, silencios forzados, pequeñas desconfianzas.
Porque falta el saberse parte de la vida del otro, de una historia que venía siendo, que nos muestre que somos un hito en su tiempo, que curamos una herida, que hay alguna otra por curar, que cumplimos un sueño, y que compartimos muchos más.

Extrañaba ya encontrar uno de esos párrafos que me dejan días digiriendo ideas; se convierten en un regalo aún más precioso que el de disfrutar la lectura de un excelente libro.

3 comentarios:

Cassandra Cross dijo...

Me cuesta precisar por qué me llega tanto este post. Pero creo que la clave está en el cuarto párrafo propio. Está tan bien dicho, tan bien expresado todo, que sobra cualquier cosa que yo pudiera agregar.

Excelente, Manu. Excelente.

Anónimo dijo...

Cuando iniciamos el camino de enamorarnos, la historia del otro ya es parte nuestra de forma tácitamente obligada...


Abrazos!!!

Manuelita dijo...

Cassandra: favor retribuido, entonces. Gracias

Cando: más precisamente, la historia del amado es una carga, un imperativo en el propio interés.

Besos a ambas