Epaminondas y yo

Ilustración de Mariana Ruiz

Hacía tiempo (muuuucho tiempo) que venía rastreando datos sobre la primer obra de teatro que vi en mi vida: Epaminondas. Durante muchos años no recordaba ni el nombre, hasta que finalmente me acordé, pero mal; y esa fue, evidentemente, la razón por la que no encontraba ningún dato de la historia. Pero hoy el fantástico asesor de Google "quizás quiso decir" funcionó, tan sólo por haber agregado la palabra mágica "cuento".
La obra la vi cuando tenía 4 años, en el salón de actos de mi jardín de infantes, representada por padres de los alumnos, entre ellos mi mamá, que desempeñaba su acostumbrado papel (y el que mejor le sale): la madre del protagonista.
Supongo que el interés especial de mi memoria en conservar las imágenes de esa obra se debe justamente a la presencia de ella en el escenario, aunque también deben haber colaborado la sensación de asombro que me produjo subir la imponente escalera de mármol que conducía al inmenso teatro (según lo que pude apreciar a menos de un metro del piso), donde debí sentarme en la butaca, tal como una hormiga que trepa al banco de la plaza.
El mismo cuento aporta su cuota para convertir el momento en inolvidable: Epaminondas era un nene de raza negra, a quien su mamá y su abuela lo tenían a mal traer yendo y viniendo con paquetes y mensajes. A pesar de que él le ponía muy buena voluntad -como todos los chicos-, su inexperiencia convertía lo sencillo en desastre -también como todos los chicos-. Así fue que en una oportunidad, su abuela le pidió que le llevara a su mamá un pan de manteca, que tal como le habían aconsejado sujetó firmemente debajo del sombrero, durante todo el camino de vuelta. No hace falta ser muy avispado para imaginarse como llegó Epaminondas a su casa: todo chorreado de manteca derretida. Y ahí, justito ahí, viene a mi memoria el recuerdo más fiel: los gritos de su mamá (que les recuerdo era MI mamá), levantándolo en peso por haber sido tan torpe.

Como no me advirtieron eso de "cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia", padecí en carne propia cada grito materno acusando la torpeza de Epaminondas. Porque como todos fui torpe de chica (capaz más que todos, en mi caso). Y también como todos, alguna vez fui mensajera: subiendo al escritorio de mi papá para preguntarle si quería que mamá le hiciera un café; o diciéndole a ella que papá gritaba por una toalla desde el baño; o el habitual "preguntale a tu padre", cuando pedía permiso para salir a pasear con amigas.

De yapa, y ya que estamos en esta faceta artística de mi mamá, no debo dejar de mencionar su excelente interpretación en otra obra infantil, de la que solo recuerdo su ingeniosa caracterización como hongo: una malla enteriza azul y una palangana en la cabeza, todo decorado con círculos de colores metalizados. Definitivamente, un vestuario que evidenciaba su dedicada maña para inventar cualquier disfraz.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡Pero que bello recuerdo nos ha traído para deleitarnos!!!

Imagino que ver a una madre sobre el escenario, no es fácil... (así me lo ha dicho mi hija mayor).
Sepa que en algún momento de su relato, temí que usté subiera ¡¡¡y le dijera a su madre que no le gritara al pobre Epaminondas!!!...

El disfraz de hongo, ¡¡magistral!!, su madre debería haber sido vestuarista ¿verdad?.

Gracias por compartir con nosotros estos recuerdos ¡¡llenos de candor!!

Besos!!

El rincòn de mi niñez dijo...

Espectacular Manuelita que hermoso recuerdo de Epaminondas....y el diszfraz de tu mami.
Un beso grande

Anónimo dijo...

Hola Querida!! jejje, nuevamente entre los comentaristas. Aunque, sin que nadie lo sospeche, siempre abro el blog para implantarme una oreja ajena mientras hago mis tareas hogareñas...
Bueno, cortando un poco la presentación, tengo que confesar que tus anecdotas me contagian de recuerdos. Uno las siente propias y recuerda las experiencias vividas. Jamás voy a olvidar a mi papá cada 25 de mayo o 9 de julio desfilando como un soldadito de plomo "haciendo su papel", sacándome la lengua cuando pasaba al lado mío (con mucha gracia para el contexto)... Esas cosas lo ponían en mi listado de ídolo absoluto.
Me entusiasmé. jajja!
Abrazos y un puñado de sugus! para
vos y todos tus lectores!

Manuelita dijo...

Cando: jjajajaja...tan exagerada me considera?, pues tiene razón, soy así de extremista.
Mi madre se daba maña para no muchas cosas (suena menos dramático que decir pocas), pero las que hacía le salían fantástico.
De nada, gracias a Uds. por la devolución.

Marisa: de los más lindos...te aseguro. Besitos

Manuelita dijo...

Santiiiii: qué bueno leerte por acá de nuevo! (ojito con tomarse por costumbre eso de desaparecer).
Jeje, ¿me tengo que sentir orgullosa de que mi música te inspire a limpiar y ordenar?...bue, hagamos que sí.
Mirelo a su papá! me encantó!! me imagino que te tentabas de risa al verlo.
Esa es la gracia, que yo recuerde, que tu recuerdes, que él recuerde y que todos nos entretengamos.

Muchisisimos besos

Anónimo dijo...

jajajja! con tareas hogareñas me refería a los trabajos que hago en la compu, pero sin salir de casa...
ojalá exista álgo que me inspire a ordenarla... pero ese es un TEMA aparte.
abrazotes y sonrisas, para Manuelita y la comunidad que está justitoaca.

Unknown dijo...

muy bueno...

Manuelita dijo...

Muchas gracias!!
Besos muchos

Marina Judith Landau dijo...

Qué hermoso recuerdo, el que compartís.
La primera obra de teatro que ví en mi vida, no recuerdo su nombre, pero la recuerdo enterita; fue el estímulo para que al salir de la sala yo ya tuviese decidido ser actriz. Suerte que mi madre no trabajó en ella, porque de ser así, nunca lo hubiese logrado, ji ji ji
Una genialidad el diseño del vestuario!
Saludossss

Manuelita dijo...

Jajajaj...vocación desde pequeñita.
Vio? ya está demostrado que la carencia material activa la genialidad.
Besototes