Primeros recuerdos

Se dice que la memoria existe desde el mismo instante del nacimiento, pero que nuestro cerebro nos protege recluyendo los recuerdos de nuestro nacimiento y los primeros años de vida en el último nivel de nuestro subconsciente, porque esos momentos están llenos de sufrimiento: llanto al nacer, llanto al tener hambre, llanto al tener sueño, llanto cuando mamá no está cerca...
Por otro lado, dentro de los recuerdos que sí tenemos asequibles, hay algunos auténticos, puros, que uno tiene presentes sin que nada externo se los haya activado; otros que están guardados a la espera de que algún olor, imágen, o sonido, los traigan a la vida; y finalmente, están esos que uno se fabrica valiéndose de imágenes y situaciones inventadas para darle forma a lo que nos contaron que hicimos o dijimos.
La mayoría de las veces es difícil discernir cuando estamos ante un recuerdo puro y cuando nos dejamos llevar por lo que innumerables veces nos relataron. Pero este que les quiero contar, no me cabe duda que es auténtico, porque nunca nadie me contó nada al respecto; es más, nadie lo recordaba sino hasta que yo lo conté.

No es de los primeros recuerdos que tengo; el más viejo debe ser aquel en el que en la casa de mi abuela, cuando apenas sabía hablar, le pedí a mi mamá tener un hermanito; y mi mamá para complacerme me dio cuatro. Aún así, sin pertenecer a los inicios de mi memoria, tiene la ventaja de ser uno conservado con un detallismo abrumador, y sin que nunca nada la haya motivado para mantenerlo activo:

Tenía un poco más de 4 años, y yo renegaba para no dormir la siesta en la cama de abajo de la cuna funcional, donde hacían mejores méritos mis, por aquel entonces, únicos dos hermanos (uno de dos años y el otro que no llegaba al año). En ese departamento de dos ambientes, donde lo único espacioso era la bañadera que mis papás se habían hecho hacer a medida, todos dormíamos en la misma habitación que habían decidido osadamente pintarla de negro, con el único fin de expresar su alma hippie y gastar más luz.
Esa tarde, había venido de visita mi tía abuela con mis dos primas para conocer al benjamín. Si algo me faltaba para no querer dormirme era que viniera visita, trayendo masitas y un regalo a mi hermano: era un móvil, esos juguetes que se cuelgan en las cunas para entretener a los bebés. En cuanto lo ví girar, al son de su melodía acuosa -parecida a la de los sonajeros de celuloide de esas épocas- me encantó; y como todo chico de 4 años que se encapricha con lo que le gustó, hice tremendo escándalo para conseguir que me lo dieran, o que al menos le dieran cuerda eternamente para verlo funcionar.
Lo conservé y lucí muchos años en mi habitación, como si fuera propio (tengo la virtud de apropiarme de lo que me gusta, sin que el dueño me reclame nada). Hasta que un día, uno de mis hermanos (que para su suerte no recuerdo cuál fue), me lo rompió al engancharlo con la puerta donde estaba colgado.
El original era un poco más grande que el de la foto, que aunque no es tan bonito ni suena tan lindo, lo busqué sólo para poder materializar ese momento inolvidable.

Junto con ese recuerdo, se me hacen presentes otros tantos situados en la misma casa, e igual de auténticos: la lata hexagonal bordeau llena de golosinas (que jamás entendí como se mantenía intacta con tres chicos dándole vueltas...¿vendrá de ahí mi afición por coleccionar latas?); el olor a caramelo viniendo de la cocina diminuta; la tele blanco y negro ubicada a la altura del piso (y que mi madre me acusó de haberla tirado, cuando recuerdo claramente que fue mi hermano quien lo hizo); mi tío entrando cajas de gaseosas para festejar mi cumpleaños; la inmensidad de la bañadera que no me dejaba ver más allá de quien asomara la cabeza...

Aunque no tenga recuerdos muy iniciales ni tampoco muchos de los que pueda asegurar su pureza, los que tengo los cuido; porque si terminaron en mi memoria, aún como reflejos de los que tienen mis seres queridos, ya eso justifica que haga todo lo posible por conservarlos...aunque muchas veces, sean el fruto del juego del "teléfono descompuesto", donde cada uno revela la foto en el color que quiere.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

El tiempo y nuestra memoria bailan una danza que lleva el ritmo de nuestra necesidad de recordar y de saber que tan nítidos se conservan.

Tal vez, muchas cosas no hayan sido del color que recordamos, o del tamaño que suponíamos o tan agradables o no.
A pesar de todo, nuestros recuerdos de infancia merecen estar presentes en el mejor de los anaqueles de nuestra vida.

Siempre haciéndonos recordar nuestra infancia, doña Manuelita!!!

Besotes grandotes y con candor!!!

Ada dijo...

Los recuerdos de la infancia vienen enlatados en esas cajas de caramelos con distintos sabores; un poco dulces, un poco ácidos, verdes, rojos..a veces nos gustan mucho, otras no sabemos cuan fieles resultan a la envoltura, pero siempre son lindos!a quién no le gustan los caramelos? te dejo en este rincón un abrazo

El rincòn de mi niñez dijo...

Manu..que lindos recuerdos!! y que bueno que hayas conseguido algo tan buscado y recordado.¡¡Está precioso!! Me imagino que estará sonando toda la noche.JAjajaja.
Un beso enorme

elmurcielaguito dijo...

Hola, el recuerdo de mi infancia mas lejana es a los 2 años, trepado a la cama de mi hermano mayor, mirando por la ventana, recien ns mudabamos a Capital desde mi Corrientes natal. Ahora cada vez que paso por ese edificio sobre Matienzo recuerdo esa imagen.Me alegro que puedas recordar ese sonajero e imagino que por dentro tuyo suena aún la melodia original. Besos

Manuelita dijo...

Cando y Ada: ciertamente, es más importante lo que recordamos que lo que realmente pasó.
Muchos besos para ambas

Marisa: viste? todo es cuestión de ser paciente y constante.
Claro que suena! menos mal que es a cuerda y no gasta pila

Ultrathor: ¿2 años?...vaya que tenés buena memoria!, debes ser la excepción a la regla ;).

elmurcielaguito dijo...

no se si sere una excepción pero hace tanto que la verdad es como los viejitos, se acuerdan de la infancia pero no de lo que hicieron hace 5 minutos...ja ja ja (o tal vez recuerde porque mi mamá me reto por estar parado encima de la cama!!!)

Manuelita dijo...

Jejeje...hagamos de cuenta que se debe a lo segundo ;)

el ojo con dientes dijo...

la verdad es que la memoria es un misterio. y yo que vivo en un país de memoria corta te lo puedo asegurar.

Manuelita dijo...

Ya lo creo. Aunque el mayor problema no es lo limitado de nuestra memoria, sino lo aplicados que somos para equivocarnos: siempre los mismos errores, aunque cada vez mejor realizados.
Sea Ud. bienvenido a estos lares, y vuelva cuando quiera.
Saludos

Marina Judith Landau dijo...

Qué lindo recuerdo, qué hermoso el modo en que transmitís todo. Te imagno pequenísima en esa bañera inmensa (que a vos te parecería mucho más grande, claro)
Es bueno tener a mano un recuerdo así, para hacer sonar su musiquita cuando lo necesites y llenarte de ternurita.
Gracias por compartirlo.
Un beso.

Manuelita dijo...

De nada...gracias a Uds. porque hacen que mis recuerdos sean doblemente importantes!.
Y te cuento que la bañera ERA grande...no sólo me parecía...era inmeeeensaaa.
Besototes y te espero de vuelta