Hay gente que quiere que la escuchen, que necesita que la escuchen, porque no les dan lo que les deben dar. Algunas saben hacerse oir, tienen la capacidad de exigir lo que les es debido. Pero otras, en su exacerbada humildad, se averguenzan de pedirnos ayuda, sienten que molestan, que nos roban tiempo.
¿Cómo hacerles entender que tienen derecho a que los escuchemos, que no tienen que mendigar nuestra atención sino exigirla?. En el reclamo de lo legítimo no hay profesores que nos hagan levantar la mano para hablar, ni orden de prelación, ni temor reverencial que valgan.
El tiempo me convenció de que tenemos un deber social de, al menos, estar al tanto de las necesidades de quienes no son escuchados por quienes están obligados a actuar. Porque en definitiva, somos los responsables finales de esas inacciones, ya sea por elegir mal a nuestros representantes, o bien por no denunciar al conciudadano que no cumple.
Si podemos hacer más, hagamos más; sino, al menos escuchemos.
¿Cómo hacerles entender que tienen derecho a que los escuchemos, que no tienen que mendigar nuestra atención sino exigirla?. En el reclamo de lo legítimo no hay profesores que nos hagan levantar la mano para hablar, ni orden de prelación, ni temor reverencial que valgan.
El tiempo me convenció de que tenemos un deber social de, al menos, estar al tanto de las necesidades de quienes no son escuchados por quienes están obligados a actuar. Porque en definitiva, somos los responsables finales de esas inacciones, ya sea por elegir mal a nuestros representantes, o bien por no denunciar al conciudadano que no cumple.
Si podemos hacer más, hagamos más; sino, al menos escuchemos.
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