Honraras a tu abuelo

Por suerte, todavía tengo presentes muchos de los relatos que mi abuelo me contaba cuando merendaba en su casa. Pero como siempre es bueno tener un back up de todo...
Capaz ese haya sido el fin inconciente de este blog: dejar algún rastro de lo que quiero que me sobreviva en la memoria de otros (memorias vivientes...vaya soporte!).
Mi abuelo era asturiano, y como tantos otros españoles, conservaba intacto su hermoso acento y muchos de sus expresiones originales, como si recién hubiera bajado del barco, a pesar de que hacía más de 30 años que vivía acá: "uoiii", decía con cara sonriente cuando algo lo asombraba; y "me cago en la leche", cuando se fastidiaba al estilo Corso Gómez. Uno de mis dichos de cabecera me lo enseñó él, y se hizo más que propicio para estos lares políticos: "Detrás vendrá quien bueno me hará".
Peleó en la Guerra Civil española, en las filas de Franco, a pesar de que odiaba a ese "'jo e puta"-como según él merecía ser llamado-, y disfrutaba de contarnos sus anécdotas una y otra vez (no creo que tanto como nosotros lo hacíamos al escucharlo).
Siempre tengo presente su relato de cuando fue asignado a la cocina de su batallón: nos contaba que en el apuro de todos los cocineros por llegar a servir a tiempo la comida, habían perdido el control, y cada uno que pasaba a lado de la inmensa cacerola de guisado, la revolvía y le hechaba un puñado de sal. Así fue como el guisado quedó incomible de lo salado que estaba. Obviamente, en la escacez de los tiempos de guerra, esa desatención implicaba un despilfarro que merecía el fusilamiento sin contemplación -sin exagerar-. Desesperados por las consecuencias, se les ocurrió ir a consultarle a una vieja que vivía cerca del asentamiento. La vieja les aconsejó que le pusieran al guisado tanta azúcar como sal le habían hechado, pero que lo sirvieran inmediatamente, porque el efecto inhibidor se esfumaba en cuanto se enfriara el guiso. Así lo hicieron, y raudamente le sirvieron los platos bien calientes a los primeros mandos, para evitar ser descubiertos. Lograron salir airosos de la situación, a pesar de que algunos soldados tuvieron la desafortunada idea de querer repetir el plato.

Relatos como este, son los que me vienen a la memoria cuando veo ese hórreo que está en la foto.
Es una cajita musical que me regaló mi abuelo; réplica miniatura de los almacenes típicos de las casas rurales del norte de España. Se construyen en madera o piedra, aislados del suelo con pilotes, para evitar que su humedad afecte los granos y demás enseres que se guardan dentro. Cada casa tiene su hórreo en los campos de Asturias.
Tuve la suerte de viajar al pueblo natal de mi abuelo (Sabadell), dormir en la casa de su adolescencia, y entrar a su hórreo: los cortes de maderas guardadas para que se sequen para el invierno, los jamones y embutidos colgados para que se estacionen, las bolsas de la cocecha...todas esas cosas juntas hacen nacer un olor exquisito y un clima único.
Esa cajita es mi tesoro porque guarda mucho más que los recuerdos de mi abuelo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay manuelita, no es nuevo esto de encontrar similitudes entre sus relatos y mis vivencias.
Mi abuelo también español, de Galicia él, tambien de la misma epoca que el suyo.
El cariño con el que escuché largas tardes sus historias, aunque muchas veces repetidas, siempre con un nuevo condimento que realzaba su sabor.
Hace rato que no probaba ese gustito a relato, gracias por ello.

Manuelita dijo...

Manolo: qué alegría que mi relato haya conseguido hacerte cosquillas en tu memoria!!. Realmente es un placer. Gracias por pasar. Besos

Minombresabeahierba dijo...

Esa cajita atesora esa enseñanza de vida, saber de donde venis y en parte saber quiens sos. Tuve la dicha de conocer en Hungría donde nació mi padre. un beso

Manuelita dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Manuelita dijo...

Sin duda es así. Viene bien tener un ancla cada tanto durante el viaje. Bienvenido y vuelva cuando quiera.
Manuelita